No Faith Terra
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Historia de Nuestros Dioses

Dioses Humanos

Como muchos ya sabéis, en nuestro primer Batch de Humanos de Ilunion, tendremos 4 Dioses Humanos. 

Estos Dioses, tendrán unas estadísticas especiales y destacarán sobre los demás en la Batalla.
Lo que serán muy importantes a la hora de la implementación del juego.

Y hemos pensado presentarlos oficialmente, para que todos sepáis un poco más de la Historia de Ilunion.

Calitha

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No ha habido noche tan estrellada en Ilunion como la que vio nacer a Calitha, la mayor de los Dioses Humanos.

Madre Luna lloraba porque veía cómo las especies que tanto ella como Padre Sol habían creado, luchaban una batalla incesante por hacerse dueñas de Ilunion.

Una de sus lágrimas, impregnada de bondad y a la vez de tristeza, cayó en el pico más alto de Caremeth, el monte Carsard, y de entre la niebla y la nieve nació Calitha.

La ventisca que azotaba la fría noche paró de repente,y mientras una lágrima recorría la congelada mejilla de la diosa, ésta empezó a descender del escarpado pico. Calitha sabía cual era su cometido en Ilunion, y no tenía tiempo que perder.

Fueron solo unos pocos los afortunados que pudieron ver como la diosa del bien descendía de Carsard, y al instante, notaron como la bondad invadía su corazón. Dicho grupo de afortunados fue llamado a partir de entonces los “Visionarios” y desde aquel momento se dedicaron a promulgar el bien por todo Ilunion. Lance Borisei, Maestro Escribano de la Blanca Torre.

Calitha formará parte del primer Batch de nuestra colección “No Faith Terra: Humanos de Ilunion”, así que todos aquellos que realicéis el #mint, ya sea en Whitelist o Publicsale tendréis la oportunidad de haceros con ella.

Canos

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El Lago Shaumeda, situado al norte de Ilunia, la Capital de Caremeth, era un lugar de peregrinación para todos los Magos de Ilunion, puesto que las leyendas decían que en sus profundidades reposaba la Antigua Torre de Hechicería de Shaumed. Dicha edificación fue el culmen de la arquitectura mágica del continente y en ella se reunían los mejores magos, sin importar cual fuese su origen.

En dicho emplazamiento tuvo lugar la última gran batalla de la Larga Guerra, el Reino de Wald, respaldado por los Semiorcos de Rumrok lanzaba una última embestida contra el poderoso Reino de Caremeth y sus aliados los Elfos de Bel. Ambos bandos ya habían visto menguadas sus fuerzas bélicas y es que fueron años y años de duros enfrentamientos.

Dicha contienda presenció como Celegorm “El Bello” lideraba por primera vez a las fuerzas élficas, y es que su padre, el Rey Eru, había sido herido de gravedad en la última contienda al caerse de su caballo y perder la movilidad de ambas piernas, quedándose así postrado en cama. La batalla fue dura y cruenta, y parecía que no tendría fin, sin embargo, hubo un punto en el que Celegorn se encontró frente a frente con Harg, el líder de los semiorcos y el tiempo a su alrededor pareció detenerse.

El Príncipe Elfo se movía con pasmosa gracilidad, inmune a la feroz apariencia de su oponente, mientras este no dejaba de lanzarle poderosos ataques con su gran hacha a dos manos. Celegorn empezaba a notar ya como las suelas de sus botas empezaban a estar llenas de barro debido a su proximidad al lago, sin embargo, esto no le impidió seguir esquivando los embates del general semiorco.

Sin embargo, mientras Harg realizaba uno de esos ataques, el momento que el elfo estaba esperando llegó, al levantar ambos brazos para realizar un ataque vertical, el general semiorco dejó su defensa abierta y Celegorn lanzó una mortal estocada con su sable.

La sangre salió a borbotones por su boca y lanzó un espeluznante sonido gutural que heló la sangre del bello príncipe y fue en ese momento en el que supo que algo iría mal. Harg, con sus ojos inyectados en sangre se abalanzó sobre Celegorn y abrazándolo con todo su cuerpo lo arrastró hasta lo más profundo del Lago Shaumeda.

Y entonces, una luz blanca más fuerte que los rayos de Padre Sol, emergió de la torre central de la Antigua Torre de Hechicería de Shaumed y Canos, el Dios de la Neutralidad se despertó de un larguísimo letargo.

Kelrar

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Después de la llegada de la Diosa Calitha, la Larga Guerra que había dividido Ilunion durante años parecía que llegaba a su fin, pero en los últimos días de la contienda un hecho de enorme crueldad marcó la historia de los humanos para siempre.

Lord Brondel, Rey de Caremeth, acababa de firmar la tregua con el Reino de Inian el país vecino, y para celebrarlo decidió organizar un festival. Toda la flor y nata de Ilunion había sido invitada y entre ellos estaba Lord Car, Rey de Inian, y hermano menor de Lord Brondel. Desde siempre, el menor de los hermanos había sentido una envidia terrible hacia su prójimo, y es que siendo el segundo en la línea de sucesión no tuvo otro remedio que casarse con Lady Valeria de Inian para llegar al trono.

Corroído por la ira y la envidia, Lord Car decidió atacar a su hermano mayor donde más le dolía. Hacía apenas unos días, y coincidiendo con la firma del tratado de paz, nació Juana, la primogénita del matrimonio contraído entre Lord Brondel y Lady Valeria. La pequeña Juana lo era todo para ellos y es que el matrimonio no decidió engendrar a un hijo hasta que la situación del reino no mejorara.

El primer día del festival avanzó sin ningún sobresalto, de hecho se notaba como después de tantos años de batalla las casas regentes querían dejar atrás lo sucedido y limar asperezas. Sin embargo, al llegar la noche la pequeña Juana empezó a sentirse mal, empezó con una tos seca que desembocó en unas fiebres terribles y al día siguiente su tez ya había adquirido un tono pálido que no auguraba nada bueno. Finalmente la heredera de Caremeth murió a la semana, y nunca nunca nadie supo cómo había contraído tal enfermedad, excepto Lord Car, que en el fondo de su corazón sabía que había cometido un acto tan cruel e impuro que decidió colgarse al mes de regresar a su casa.

Dicho acto, fue el detonante para que Kelrar, el Dios del Mal y del Engaño apareciera de entre las sombras y empezara a esparcir el mal y el caos de nuevo por Ilunion…

Chieyr

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Brond nunca fue un bardo conocido. De hecho no fue ni tan siquiera invitado a las festividades de la Tregua firmada entre Caremeth y el Reino de Wald.

Durante toda su vida se dedicó, en vano, a intentar componer una poesía que lograse captar la esencia del amor platónico que sentía por Lady Juana, una doncella de una de las casas nobles del Reino de Wald. Cabe decir que Juana nunca le prestó atención y es que todo en la vida de Brond fue un auténtico despropósito.

Una soleada mañana, se encontraba bajo la sombra de un manzano, descansado de un duro trayecto que le llevaba a una aldea cercana para poder realizar una de sus actuaciones. Algo fatigado, decidió sentarse y coger una de las manzanas que había caído de dicho árbol.

De repente, una leve brisa le acarició la cara, y, como por arte de magia, la más bella melodía empezó a sonar de su laúd. Brond, asustado miró hacia su instrumento, y de forma irreflexiva empezó a entonar la poesía que tantos años llevaba buscando.

La alegría le embargó y con un rápido movimiento se alzó para ir a buscar un par de pergaminos y anotar los verbos de tan preciosa composición, con tan mala fortuna que resbaló y se estrelló de cabeza contra el tronco del manzano. Mientras caía al suelo, con la sangre brotando a borbotones, alcanzó a ver como una figura femenina se le acercaba y cogía su laúd.

La misteriosa figura se le acercó y le dijo con una pasmosa calma:
— Descansa ahora querido Brond, yo Chieyr Diosa de la Fortuna, no dejaré que la fortuna deje de sonreír a los habitantes de Ilunion… —

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